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La Antártida

14 de diciembre de 1911

Trabajo realizado por:

Begoña Cahna 1ºE.S.O. D

Laura Beatriz Dos Santos 1ºE.S.O. D

Estela Lozano 1ºE.S.O. D

Hace un siglo, el 14 de diciembre de 1911, el noruego Roald Amundsen al frente de un equipo de cinco hombres, alcanzó el Polo Sur por primera vez en la Historia. El 17 de enero de 1912, 34 días más tarde, Robert Falcon Scott, junto con otros cuatro británicos, llegaba caminando hasta aquel mismo punto en el corazón del continente antártico. El primero retornó a la civilización; el segundo falleció mientras regresaba al campamento base. Uno se trajo el éxito; el otro quedó atrapado por el fracaso junto a sus compañeros. Ambos se convirtieron en héroes.

La Expedición

El 7 de junio de 1910 Roald Amundsen partió a bordo del 'Fram' desde Noruega. En vez de enfilar hacia el Ártico, se dirigió hacia el Atlántico Sur. Sólo cuando habían atracado en Madeira, última escala antes de la Antártida, Amundsen dijo a una sorprendida tripulación que se dirigían al continente helado.

El aviso del cambio de planes también causó sorpresa a Fridtjof Nansen, propietario del 'Fram', y a los miembros de otra Expedición, la del británico Scott, a quienes les pareció más que inadecuado. Amundsen escribió desde la isla portuguesa un escueto comunicado a Scott: «Permítame informarle que el 'Fram' se dirige a la Antártida. Amundsen». Punto final.

La Expedición
La carrera más fría de la historia

Alcanzada la bahía de las Ballenas, un lugar cercano al elegido por la expedición de Scott para instalar su campamento base, el 'Fram' dejó en tierra firme a nueve hombres en enero de 1911, dispuestos a pasar el duro invierno antártico como parte de la preparación para el viaje al polo Sur. Junto a ellos, 95 perros esquimales y una amplia cabaña de madera que había viajado hasta allí en dos secciones y víveres para aguantar dos temporadas.

Al mismo tiempo, los británicos desembarcaban en el cabo Evans. Había preparado a conciencia su expedición, o eso creía: 65 hombres, trineos motorizados, 19 ponis de Manchuria, 39 perros, 162 carneros, cerdos y varias toneladas de comida y combustible. Enterado de los planes del noruego cuando se dirigía  a la Antártida, acampó en dicho cabo de la isla de Ross para pasar el invierno.

El 19 de octubre de 1911, ya iniciado el breve verano ártico, cinco noruegos comandados por Roald Amundsen se dispusieron a cruzar la plataforma de Ross. Llevaban cuatro trineos que tiraban 13 perros nórdicos cada uno.

Scott inició la travesía de la plataforma de Ross al frente de un grupo de ocho hombres acompañados por 10 ponis el 24 de octubre de aquel mismo año. Su lugarteniente, Teddy Evans, comandaba un grupo a bordo de trineos con motor. El 21 de octubre se unieron ambos grupos para comenzar la travesía de la plataforma de Ross, una gigantesca capa de hielo que cubre una amplia bahía que penetra en la Antártida y que debían cruzar ambas expediciones.

La distancia que ambos grupos tenían que recorrer superaba los 1.450 kilómetros. Scott había calculado un ritmo diario de 20 kilómetros, de manera que en su viaje de ida y vuelta hasta el polo Sur, debía terminar en el campamento base de cabo Evans a comienzos de marzo de 1912. Por su parte Amundsen, calculó que la ruta que recorrieron fue de 1.400 kilómetros, a razón de 25 kilómetros diarios de media.

Tras cruzar la peligrosa plataforma de Ross, los noruegos alcanzaron el 11 de noviembre la cordillera de la reina Maud. Apenas tardaron cuatro días en cruzarla. «El viaje entre 81 y 83º se convirtió en viaje de placer; un lindo terreno, hermosos trayectos en trineo y una temperatura sin variar», refiere Amundsen en su diario.

El 14 de diciembre de 1911, Roald Amundsen, junto con sus compañeros Olav Bjaaland, Helmer Hanssen, Sverre Hassel y Oscar Wisting, alcanzaron su anhelado objetivo: estaban en el polo Sur. Levantaron la bandera noruega, erigieron una tienda de campaña y tomaron fotografías. La alegría del éxito no impidió a Amundsen escribir aquel mismo día en su diario: «Desde niño siempre he soñado con llegar al polo Norte y ahora me encontraba en el polo Sur. ¿Puede alguien imaginar algo tan contradictorio?».

Mientras tanto, Scott y sus hombres tardaron un mes en atravesar la plataforma de Ross desde que iniciaron el viaje. El 21 de diciembre se encaraman a la plataforma antártica. En este lugar Scott eligió a cuatro hombres para que le acompañasen rumbo al polo: Henry Bowers, Edward Wilson, Lawrence Oates y Evans, enviando al resto de regreso. Fue en lo único en que coincidieron el británico y el noruego.

Tras montar varios depósitos de víveres, el 6 de enero alcanzaron el punto Shakleton y 11 días más tarde, el 17 de enero de 1912, 34 días más tarde que sus adversarios y después de una extenuante travesía, los británicos se encontraron en el polo Sur con la tienda y la bandera dejada por los noruegos. Como futbolistas que han perdido un simple partido, la foto que se hacen allí mismo muestra unos rostros que aceptan resignados el destino; sus caras no parecen más defraudadas que quienes sufren una goleada. Aunque Scott garabateó entonces en su diario: «Ha sucedido lo peor. Nuestros sueños deben esfumarse. ¡Dios mío, este lugar es horrible!», al tiempo que señaló que el viaje de vuelta sería «monótono y cansado».

El éxito de Amundsen

Concluida aquella estancia en el punto más meridional de la Tierra, Amundsen y sus compañeros regresaron hacia el campamento base, a donde llegaron 99 jornadas después de su partida. Posteriores mediciones con GPS han

 

 

constatado que Amundsen y sus compañeros acamparon a 2.500 metros del polo Sur geográfico.​

«Cinco manos, casi congeladas, sujetaron el mástil desplegando la bandera al aire, y lo plantaron, como los primeros en llegar al polo Sur geográfico»

Triunfador absoluto en aquella despiadada carrera, el noruego escribe un telegrama el cual, visto el desenlace de la historia, adquiere un especial dramatismo:

«Querido comandante Scott: Como vd. será probablemente el primero en llegar aquí después de nosotros, ¿puedo pedirle que envíe la carta adjunta al Rey Haakon VII de Noruega? Si los equipos que hemos dejado en la tienda pueden serle de alguna utilidad, no dude en llevárselos. Con mis mejores votos. Le deseo un feliz regreso. Sinceramente suyo. Roald Amundsen».

Tragedia en el regreso

La renuncia de Scott a llevar perros y la imposibilidad de los caballos para moverse sobre nieve blanda, obligó a los hombres a arrastrar los trineos. Los británicos debieron realizar un esfuerzo supremo para mover los pesados trineos en una nieve en la que se hundían hasta las rodillas, un esfuerzo que a la postre les obligó a pagar el precio más caro posible: sus propias vidas.

 

Aunque en una primera parte caminaron rápido, la llegada del mal tiempo, con un aumento de la temperatura que hizo muy peligroso los glaciares que cruzaban, les retrasaba cada vez más. Los depósitos de combustible que habían ido dejando en la ida se estropearon por el frío.

El 17 de febrero, Evans muere. Sus compañeros le dejan en el hielo y continúan la travesía de la letal plataforma de Ross. Las ventiscas que les golpeaban, unido a su debilidad extrema y a las congelaciones, ralentizaron cada vez más su retorno. Para entonces, los noruegos estaban a sólo tres jornadas de alcanzar su campamento base en la bahía de las Ballenas, en un viaje ida y vuelta que supuso cerca de 3.000 kilómetros y 99 días de travesía.

 

El 16 de marzo Lawrence Oates, el más perjudicado de todos los británicos, con escorbuto, una pierna gangrenada y sin poder caminar apenas, salió de la tienda mientras decía: «Voy a salir y puede que tarde en volver». No regresó nunca. Oates no quiso ser una carga para sus compañeros. Su sacrificio no valdría de nada. El 29 de marzo aparece la última anotación en el diario de Scott. «El fin no puede estar lejos... Por el amor de Dios, cuidad de los nuestros». Fueron incapaces de continuar, pese a estar a sólo a 18 km. de un depósito de víveres y combustible.

Una expedición de socorro encontró el verano siguiente los cuerpos de los cuatro infortunados dentro de sus sacos en la desvencijada tienda. Admirados como pocos, Scott y sus compañeros se convirtieron en el ejemplo del héroe británico y su  trágico destino. Revisiones posteriores concluyeron que Scott falló en su estrategia, por carecer de experiencia polar suficiente. Su renuncia a los perros, tal vez por razones morales, el fracaso de los ponis siberianos como animales de carga, no utilizar vestimentas adecuadas y que la ruta que siguieron era mucho más peligrosa y complicada que la elegida por los noruegos son las principales razones del fracaso.

Por su parte, Amundsen fue acusado dentro y fuera de Noruega de absoluta falta de ética, primero al no haber comunicado sus intenciones de ir al polo Sur hasta el último momento, y segundo por acercarse a un objetivo que 'pertenecía' ya a los británicos, en razón de los intentos que habían realizado anteriormente.

El triunfador: Amundsen

Trabajo realizado por:

Ainhoa Gabarri 1ºE.S.O. C

Abigail Gabarri 1ºE.S.O. C

Enrique Gabarri 1ºE.S.O. C

El noruego Roald Amundsen tuvo siempre muy claras las cosas. Dispuesto a todo, se convirtió en el más implacable explorador polar.

Amundsen estudió las formas de vida de los inuit en las regiones árticas. Combinándolas con otros conocimientos de los pueblos escandinavos, como el uso de esquís, encontró como hacer realidad sus sueños. Capaz de adaptarse sin el menor problema a los entornos y circunstancias más difíciles, Amundsen vivió como un esquimal en  Canadá, durante 9 meses se alimentó de perros y pinguinos en la Antártida, aprendió a manejar aviones cuando vio que eran el camino más seguro para alcanzar el polo Sur y no dudó en ocultar sus intenciones de conquistar el polo Sur a quien pagó sus expediciones.

Amundsen nació el 16 de julio de 1872 en la región de Fredrikstad, en una familia de marinos y balleneros. Encandilado por los relatos de aventureros y exploradores, Amundsen tomó la determinación de consagrar su vida a la exploración polar. A la muerte de su madre en 1893, a los 21 años, deja los estudios y se enrola en una expedición al ártico.  Para ello Amundsen adquirió un pequeño pesquero, el 'Gjoa', de sólo 21 metros de largo y 45 toneladas. Este barco fue el más pequeño navío de exploración ártica jamás visto. Preparado para sólo siete tripulantes, en él, llevó lo imprescindible, pues pensaba obtener el alimento cazando y pescando a lo largo de su travesía. Lo que a priori parecía un inconveniente decisivo, resultó clave para el éxito de la expedición, pues el escaso calado del barco hizo posible que encontrara paso por los estrechos canales entre las islas y costas del norte de Canadá, por donde jamás hubiera pasado otro navío de mayores dimensiones. A partir de ahí la conquista del Polo Sur se convierte en su principal objetivo.

Las últimas líneas de su diario, encontrado junto a su cuerpo al año siguiente de su muerte, lo evidencian: «Asumimos riesgos y esto no hace que nos quejemos, sino que nos resignamos a la voluntad de Dios, decididos a esforzarnos hasta el final». La falta de experiencia de Scott fue decisiva para impedirles volver de un territorio tan terrible. «¡Dios mío este lugar es horrible!», se lamenta el británico en unas líneas escritas en el polo Sur, al constatar que el noruego Roald Amundsen se le había adelantado.

Mucho antes de aquello, en 1901, Scott dirigió una Expedición Antártica Nacional Británica. A bordo del buque Discovery alcanzó la bahía de las Ballenas, frente a la plataforma de Ross. Allí, pasaron dos inviernos  y comenzó a aplanificar la expedición para alcanzar los polos Sur magnético y geográfico.

El sacrificio de Robert Falcon Scott y sus cuatro compañeros en aras del ideal de una conquista, hizo que la sociedad británica olvidase que habían perdido la carrera y los elevó a la categoría de héroe. Llegaron después que Amundsen, pero a ningún británico pareció importarle.

La tragedia de aquel capitán de la Marina británica junto con cuatro de sus hombres, muertos en su intento de llegar los primeros al polo Sur, les convirtió en héroes.

Un siglo después de aquello, los análisis coinciden en que el fracaso de los británicos se debió a una serie de desafortunadas elecciones, así como la aparición de una meteorología extraordinariamente violenta. Scott nunca fue consciente de ello y a quienes siguen admirando su gesta no les preocupa demasiado.

El héroe trágico: Scott

La noticia de que Amundsen intentaría ser el primero no fue más que un mal presagio que no le hizo cambiar sus planes ni un milímetro. Con increíble similitud, ambas expediciones cumplieron idénticos plazos. Tras pasar un invierno en su campamento base en el borde de la plataforma de Ross, Scott se puso en marcha con solo cinco días de retraso respecto a Amundsen. El resto sí fue diferente.

La llegada al polo Sur 34 días después fue preludio del desastre que se avecinaba. Justo un siglo después de aquello, ver la vestimenta de aquellos cinco hombres da frío. Sus rostros dicen el resto.

La enseñanza del fracaso: Shackelton

«Se buscan hombres para viaje peligroso. Sueldo escaso. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro constante. No se asegura el regreso. Honor y reconocimiento en caso de éxito». En 1907 este anuncio en el Times causó idéntica impresión que ahora. Respondieron más de 5.000 aspirantes.

Era la tercera incursión en territorio antártico de Ernest Shackleton, carismático viajero y explorador irlandés, que resultó un absoluto fracaso, pues ni siquiera lograron acercarse al continente antártico. Sin embargo su gesta pasó por derecho propio a los anales de la exploración por la capacidad demostrada para resistir y superar las adversidades más extremas.

Shackleton no había podido competir con Amunsen y Scott al no estar preparado a tiempo. Pero el éxito de Amundsen en 1911 lejos de desanimarle, le dio fuerzas para escoger un objetivo mucho más ambicioso: la travesía de costa a costa de la Antártida pasando por el polo Sur, en un viaje glaciar de cerca de 3.000 kilómetros.

El anuncio del Times fue parte de los preparativos de la Expedición Imperial Transantártica, que partió de Londres el 1 de agosto de 1914 a bordo del 'Endurance' y el 'Aurora'. El objetivo de Shackleton era llegar a la Bahía Vahsel, junto al Mar de Weddell, para alcanzar desde allí el polo Sur y continuar hasta la isla de Ross en el otro extremo de la Antártida.

Con 28 hombres a bordo, el 'Endurance' quedó atrapado por la banquisa a la deriva sin poder alcanzar las costas antárticas. Triturado por la presión de los hielos, el barco se hundió el 21 de noviembre de 1914 ante los ojos de la consternada tripulación. Salvaron lo poco que pudieron. Se perdió casi todo el equipo y tuvieron que sacrificar a los perros para poder alimentarse.

Transportando sus pocas pertenencias en trineos, recorrieron la torturada superficie helada del Mar de Weddell rumbo a la isla Paulet, a 554 kilómetros. A veces caminando, otras a bordo de botes, fueron acercándose a su objetivo hasta que las corrientes marinas les impidieron alcanzarlo.

Haciendo uso de sus legendarias dotes de liderazgo, 'el Jefe', nombre con el que sus hombres conocían a Shackleton, cambió el rumbo para dirigirse a la isla Elefante, en el archipiélago de las Shetland del Sur. Sus hombres no lo dudaron, alcanzándola a mediados del mes de abril de 1915. Una vez allí, Shackleton con cinco de sus hombres se embarcó en una chalupa que se hizo famosa: el 'James Caird'. A bordo de la embarcación que sólo medía 6,7 metros de largo, se lanzaron en las azarosas aguas del paso de Drake, en una singladura cuyo recorrido de 1.280 kilómetros la convertía en algo peor que incierta. Su objetivo era la isla de San Pedro, donde entonces había una base ballenera.

Dieciséis días más tarde, ya sin una gota de agua, alcanzaron la isla de Georgia del Sur. Allí se quedaron tres hombres mientras Shackleton partió con los otros dos en busca de la estación ballenera situada al otro lado de la isla. Realizaron una travesía de 35 kilómetros cruzando montañas de más de 1.200 metros de altura. Treinta y seis horas más tarde arribaron a la bahía Stormness. En agosto de 1915, después de un épico viaje, Shackleton regresaba a isla Elefante a bordo de un barco chileno para recoger a sus hombres. Todos regresaron sanos y salvos

El análisis de este caso de supervivencia en las peores condiciones posibles ha demostrado el valor del trabajo en equipo y el poder del liderazgo para el logro de los objetivos más difíciles. Después de eso, no puede decirse que Shackleton fracasara.

Curiosidades

Trabajo realizado por:

Irianny Massiel Silveiroi 1ºE.S.O. C

Alba Vallina 1ºE.S.O. C

Andrea Márquez 1ºE.S.O. C

El 'Fram', el barco que pudo al polo

 

El conocimiento que un primer viajero, Fridtjof Nansen,  tenía de las regiones polares quedó expresado en el 'Fram', cuyo nombre significa Adelante. Diseñado por el armador noruego Colin Archer, siguiendo las indicaciones del propio Nansen, este barco muestra una reconocible figura panzuda. Su idea era un barco que antes que resistir la presión lateral de los hielos, flotase sobre ellos, al ser empujado encima de la banquisa. Su interior tenía todas las comodidades de la época, incluyendo lámparas eléctricas y un molino de viento para el generador.

El 'Fram' se mostró excelente para la navegación por los mares infectados de icebergs, pero precisamente a causa de su forma de cáscara de nuez producía fuertes mareos a sus tripulantes en cuanto salía a mar abierto, al ser zarandeado por el oleaje con mucha mayor facilidad que barcos de líneas más estilizadas.

 

Amundsen y los esquimales

 

La íntima relación establecida por Amundsen y los inuit quedó subrayada por la adopción que realizó de dos niñas esquimales. Cakonita, una niña de cuatro años, hija de uno de los inuit que le ayudaron en la expedición perteneciente a la tribu siberiana tsjuksji, y a otra de nueve años llamada Carmilla, hija de una mujer de aquella etnia y de un comerciante ruso.

Amundsen las llevó consigo a Noruega, donde estuvieron varios años en la localidad de Svartskog bajo la tutela del matrimonio Gade. Finalmente Amundsen las llevó de vuelta a su país, al comprobar que no podía hacerse cargo de ellas. «Bueno, sólo fue un experimento», se excusó el noruego.

 

 

La gallardía de Amundsen

 

El rechazo que la sociedad británica sentía hacia Roald Amundsen por su secretismo a la hora de anunciar sus intenciones de alcanzar el polo Sur, no impidieron que fuera presentado en la Royal Geographical Society a su regreso de la Antártida, el 15 de noviembre de 1912. Su presidente, Lord Curzón, le felicitó públicamente, resaltando la suerte que tuvo en su hazaña. Amundsen, lejos de molestarse, respondió: «Rechazaría todos los honores y beneficios a cambio de poder salvar a Scott de su terrible muerte».

 

El fotógrafo del frío

 

Frank Hurley era uno de los fotógrafos australianos más reconocidos de su tiempo. Era miembro de la expedición del 'Endurance' de Shackleton, en la que se enroló como fotógrafo. Su papel fue uno de los más importantes de la épica escapada de aquellos hombres. A pesar de la situación límite que se produjo con el hundimiento del barco, fue capaz de rescatar del naufragio su cámara de fotos y abundantes placas de cristal.

Gracias a ello pudo documentar de forma artísticamente precisa aquella singular aventura. Sus esfuerzos y negociaciones evitaron que las imágenes desaparecieran a la hora de ir reduciendo el peso para escapar de la Antártida. Un siglo después, sus magistrales imágenes enseñan un mundo remoto y majestuoso y los no menos excepcionales esfuerzos que hicieron unos hombres para sobrevivir en ellos.

 

La Biblia recortada

 

En su huida por el mar de Weddel después del naufragio del 'Endurance', la tripulación de Shackleton redujo al máximo su bagaje, pues era la única garantía de poder escapar de aquel infierno. Arrojaron al fondo del mar las cosas más inverosímiles, incluyendo el dinero de la expedición. Por ello adquiere más valor aún que Hurley pudiera conservar sus aparatos y material fotográfico. Entre las escasas pertenencias que se salvaron de ser abandonadas está la Biblia que llevaba Shackleton. Eso sí, le faltan muchas páginas, producto de la obsesión por reducir el peso.

 

La muerte del 'Jefe'

 

Seis años después de la expedición 'Endurance', Ernest Shackleton regresó a la Antártida. Con varios de los veteranos de aquella expedición como compañeros alcanzaron la isla de Georgia del Sur al inicio del verano austral. No pudieron completar su objetivo al fallecer 'El Jefe' por un ataque cardiaco el 5 de enero de 1922. Su cuerpo permanece en el puerto de Grytviken, en aquella isla, el mismo en el que tiempo atrás el Endurance permaneció anclado un tiempo a la espera de la llegada de condiciones meteorológicas favorables.

 

Refugios históricos

 

Scott, Amundsen y Shackleton construyeron unos campamentos base lo más cómodo posibles para hacer frente a los duros inviernos de la Antártida. La cabaña de madera que Amundsen trasladó en piezas hasta la bahía de las ballenas se convirtió junto con las tiendas de campaña de la expedición, chozos e iglús de nieve en una  población que Amundsen llamó Frandheim.

Scott levantó un campamento en Cabo Scott en cuyo interior se combinaban las necesidasdes del laboratorio con las mínimas comodidades que debía ofrecer una vivienda. Construido con habitaciones y paneles prefabricados, tenía varias dependencias donde no faltaba un cuarto oscuro de revelado fotográfico y un establo para los ponis.

Por su parte, la cabaña erigida por Shackleton fue catalogada como patrimonio cultural a restaurar y conservar por la World Monuments Fund, WMF, organización que lucha por preservar estos monumentos históricos.

 

 

Los primeros en la Antártida

 

Se estima que el primer occidental que vislumbró las tierras antárticas fue el marino y explorador español Gabriel de Castilla, a quien los científicos españoles han dedicado la base situada en la isla Decepción. El español recorrió en 1603 las aguas situados a 64º S en las proximidades de las Shetland del Sur.

 

La primera persona antártica

 

La noruega Solveig Gunbjörg Jacobsen tiene el honor de haber sido la primera ciudadana nacida en territorio antártico. Vino al mundo el 8 de octubre de 1913 en la estación ballenera de Grytviken, en las Georgias del Sur, un archipiélago reivindicado por los Gobiernos argentino y británico. Murió el 25  octubre de 1996.

 

Bases científicas

 

En la Antártida se localizan 42 bases científicas permanentes (65 si se cuentan las bases temporales). Pertenecen a una 20 países según la siguiente distribución: Argentina y Rusia (6); Chile (4); Australia, EEUU y China (3); Francia,  Reino Unido (2) y una Alemania, Brasil, Corea del Sur, India, Italia, Japón, Noruega, Polonia, Sudáfrica, Rumania, Ucrania y Uruguay. En ellas viven unas  6000 personas.
España tiene dos bases de exclusivo uso estival. La Juan Carlos I y la Gabriel de Castilla, ambas a 150 kilómetros de la península Antártica.

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